CAPÍTULO I

Corría el año 1938 y, al calor del hogar, mis padres, Daniel y Antonia, aguardaban algo más que la celebración de las fiestas navideñas. A los seis hijos de los Aguilera-Martínez, albergados en aquella casa con techo de paja a dos aguas y paredes de adobe de la compañía Santa Lucía, de Itacurubí de la Cordillera, se sumaba mi llegada el 22 de diciembre. 

Por entonces, Paraguay seguía estremecido a consecuencia de la Guerra del Chaco (1932-1935), la más importante contienda del siglo XX en el Cono Sur. De ciento cincuenta mil soldados movilizados, el país sufrió la baja de cuarenta mil hombres (sobreviven hoy treinta y siete excombatientes, según registros de la Dirección de Pensiones No Contributivas del Ministerio de Hacienda). Y sí, la victoria ante Bolivia permitió recuperar territorio perdido, pero a un alto precio: un país paralizado y empobrecido. 

Y en esa convulsión de los años treinta, acto seguido, había explotado la Revolución Febrerista, madre de innumerables conquistas en materia social. Con Rafael Franco al mando, los militares de Campo Grande tomaron el poder un 17 de febrero de 1936. Apoyada por estudiantes e intelectuales, la revolución sentó las bases del Estado actual.

Una reforma  agraria con el reparto de tierras a los campesinos, la designación de pensiones a excombatientes y lisiados de la Guerra del Chaco, se reglamentan las ocho horas de trabajo, el descanso dominical, la remuneración en efectivo (ya no en vales) y el pago de aguinaldo. Se establecieron derechos laborales para las mujeres embarazadas, la educación primaria y secundaria pasaron a ser gratuitas (se eliminaron los exámenes de ingreso para los colegios nacionales) y se suman más universidades nacionales.

Crecí en ese ambiente de posguerra.

Un golpe de Estado, el 13 de febrero de 1937, interrumpe el sueño socialista y da paso a un gobierno liberal, el de Félix Paiva. Mi nacimiento se produjo durante su presidencia, ante la atenta mirada de mi familia, de origen colorado. En el orden internacional, en 1938, Hitler consolidaba su ideología nazi y se iniciaría poco después la Segunda Guerra Mundial.

En 1939 asume las riendas de la nación el mariscal José Félix Estigarribia —comandante del Ejército en la Guerra del Chaco—, por muy pocos meses. El militar liberal, reconocido estratega, muere en un accidente aéreo el 7 de septiembre de 1940. Comenzaba así la dictadura de su sucesor, el general Higinio Morínigo, hasta el 3 de junio de 1948.

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Acerca de
Ismael Aguilera

Ismael Aguilera Martínez nació el 22 de diciembre de 1938, en Itacurubí de la Cordillera (Paraguay). Cuando tuvo oportunidad de llegar a Asunción, su pensamiento estaba centrado en un solo objetivo: ser uniformado. Y así fue que estudió y egresó de la Escuela de Policía en 1963. 

Mientras prestaba servicio en el Departamento de Investigaciones le tocó conocer de cerca las máximas crueldades contra un ser humano. Injustamente dado de baja de las filas policiales, por negarse a ejercer la tortura, retornó a la institución para fortalecer su espíritu de servicio.

En 1992, siendo ya comisario principal y subdirector del Departamento de Producciones de la Policía, fue llamado por el destino a revelar e informar sobre la ubicación de fundamentales documentaciones, que serían luego conocidas como los Archivos del Terror.

Ismael Aguilera Autor de Versal Ediciones
Esta obra es también la historia de una época desde la visión de un uniformado durante los años del autoritarismo stronista.

«Su aporte es trascendente pues es la visión de alguien que vivió los acontecimientos desde adentro. Esa historia no la suelen escribir los represores ni pueden hacerlo sus víctimas. Allí radica la importancia del testimonio del comisario Ismael Aguilera».

Alfredo Boccia Paz (prologuista).

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