08 Nov La relación autor-editor Parte 1
En manos ajenas
Todo el que haya publicado un libro sabe que existe una relación muy especial entre el autor y el editor. Porque el autor siempre entrega ese pedacito suyo, ese hijo de su creación, y al cual le ha dedicado tanto tiempo de su vida y tantos desvelos, a un alguien —a un extraño, a fin de cuentas—, para que lo revise, opine, cambie, corrija, cuestione y, en muchos casos, desarme tantas cuartillas, y con ellas tanto tiempo invertido, para que, en ese deber ser de una obra, pueda convertirse en libro. Como editores, debemos partir de un principio, que es el mismo siempre, no importa si el autor tiene 20 o ningún título publicado, y si escribe ficción o literatura científica y social. Y es que ese autor nos confía la publicación de su libro, es decir: lo entrega a manos ajenas. Te cuento sobre lo que es para mí la especial relación autor-editor.
La especial relación autor-editor
Si trabajas por primera vez con ese autor, es la ocasión de comenzar a construir una relación profesional —porque es entre dos profesionales—, pero una relación cordial y amistosa, basada en el respeto y la confianza mutua. Sobre todo: la confianza que debemos transmitir e inspirar para que podamos hacer todo cuanto hacemos —o todo cuanto deberíamos hacer— en una publicación; en este caso: la suya.
Cuando la califico como profesional es evidente en la superficie la respuesta. El autor es una autoridad en la materia en la que escribe; y el editor, si no es especialista, tiene que tener la cultura suficiente o por formación para conocer del tema y hablar su mismo lenguaje. Pero el editor, además, es experto en todos los procesos editoriales, en las normas ortográficas y ortotipográficas, de legibilidad, conoce el mercado al que se dirigirá la obra, y en especial, conoce bien al lector que consumirá eso que fue creado de conjunto.
Sí, de conjunto. Y aquí muchos autores olvidan que su editor es co-creador, no de sus textos o su idea literaria o su investigación (del original o manuscrito), por supuesto, pero sí del producto libro listo para ser comercializado, para ser vendido como producto cultural. Porque en ese rol del editor como mediador entre el autor y el lector, o para que ese rol pueda ejecutarse de la mejor manera y el libro ser eso por lo que tanto ha soñado y trabajado el autor, el editor debe o debería (al menos así lo hago yo) asegurarse, entre otras cuestiones, de cumplir con los 10 Mandamientos del Editor.
¿Por qué le llamo así? ¿Por qué son mandatorios? Te comento cuáles son para mí esas acciones que debemos cumplir siempre para desarrollar una efectiva relación autor-editor.
Los 10 Mandamientos del Editor
- Lograr una edición muy cuidada prestando atención a todos los detalles (que no son pocos).
- Cumplir o velar por que se cumplan las normas técnicas, sean de la Lengua, de estilos, o ya propias del diseño editorial.
- Verificar que la estructura propuesta por el autor funcione correctamente; y si no, proponer al autor modificarla. Y si es necesario, según el tipo de publicación, agregar otros índices además del sumario (como glosarios, bibliografías, índices onomásticos, de materias o de ilustraciones).
- Y siguiendo el punto 3, definir si el original carece de contenidos vitales para que sean mejor comprendidos por el lector. Desde referencias a pie de página, que aclaren algo muy particular de lo que se está hablando, hasta capítulos enteros que pueden faltar (o sobrar), o que requiriesen ser actualizados al momento de la edición.
- Corregir errores de contenido o erratas, y verificar y alertar al autor sobre ello para tomar acción.
- Y relacionado con lo anterior: preguntar, aclarar y confirmar con el autor todas las dudas que en el proceso de editing le surjan.
- Considerar la inclusión o no de apoyo gráfico al texto (tablas, infografías, diagramas, imágenes… que redunden en una mejor propuesta para el lector).
- Seleccionar al prologuista adecuado (en caso de llevar este apartado) para que escriba sobre el libro, el tema y el autor, y así contextualice y dimensione el valor de la obra desde su opinión como autoridad en la materia que trata el autor.
- Aprobar la maqueta y el diseño del interior (tripa) y exterior (cubierta). En mi caso, yo misma los diseño, así que aquí me facilita el hecho de conocer la obra mejor y estar conectada con el espíritu y la esencia o exigencias.
- Redactar la nota de contracubierta del libro y otros paratextos.
Pues de estas 10 cuestiones que he mencionado, excepto las dos primeras, quizás, que podrían considerarse como del “reino del editor”, las otras 8 se deben tomar en conjunto o al menos consultarlas con el autor. ¿Cómo eso se traduce en una relación autor-editor basada en el respeto y la profesionalidad?
Esto es algo que debes hacer como editor siempre que desarrollas una publicación. Pero, créeme, que más allá de lograr una edición cuidada estarás logrando esa relación especial con el autor, porque tomarán juntos todas las decisiones y al transparentar el proceso de trabajo aumentará el respeto mutuo: tuyo con respecto a la obra y su creador, y del autor, pues descubrirá cuán gris es nuestro trabajo y cuánto detalle y amor le pones a ello.
Y no se trata de pedir permiso al autor de todos nuestros pasos. Ya ese permiso, de alguna manera, lo tenemos cuando nos entrega su obra y cuando de verdad está convencido que su texto requiere de nuestros servicios como editor. Porque estamos en posesión de un oficio y de ciertas habilidades que él, como autor, no las ha desarrollado y que acertadamente tomó la decisión de solicitar servicios profesionales para su obra y no los de un lector (por muy crítico que este sea).
Pero si repito profesionales no es al azar o por repetición o muletilla. La profesionalidad comienza cuando, como editores, estamos en ese rol de lector crítico, sí, pero también de autoridad en el tema editorial, con los conocimientos suficientes para convencer, persuadir y saber explicarle el por qué de esas decisiones y cambios en su tan trabajado y acariciado texto.
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